texto publicado en el número 1 de la revista Contra (el) Poder en invierno del 97
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LA INGENIERIA GENÉTICA:

El juego del futuro, el futuro en juego

    Cuando la ingeniería genética ha pasado de la investigación a ofrecer sus primeros productos en el mercado (soja transgénica, maíz, tomates de maduración retardada), quizás deberíamos empezar a reflexionar sobre este avance tecnológico.
    Lo primero a señalar es la desinformación absoluta que tiene la ciudadanía sobre la genética, desinformación derivada del secretismo con que operan los científicos en este campo, y que tiene un efecto político evidente: neutralizar la posible (y necesaria) resistencia popular al mercadeo genético.
    ¿Qué está pasando con los genes?. Para responder a esta pregunta habría que elaborar todo un tratado "científico", pero sin ánimo de ser científicos, sí que podemos acercarnos a una visión crítica que nos permita comprender los intereses que subyacen a esta nueva tecnología de la vida.
    Básicamente lo que ha ocurrido es que los descubrimientos en genética han posibilitado al ser humano conocer los códigos de información de la vida que se encuentran en el ADN. de cualquier forma de vida, humana, vegetal, animal, microbiana, etc. Los códigos genéticos, el ADN, son el lenguaje biológico de cada forma de vida. Conocer los códigos genéticos ha posibilitado la intervención en ellos, de modo que como especie hemos logrado el poder de provocar mutaciones, no sólo interviniendo en los genes de una especie, sino mezclando material genético (información biológica) de diferentes especies, algo que en la Naturaleza era totalmente inusual.
    Como vivimos en la economía capitalista, y los avances en ingeniería genética han sido fundamentalmente financiados por las mayores empresas transnacionales de la economía-mundo, el uso que se hace de los descubrimientos científicos tiene una dirección inequívoca: extraer rentabilidad, e incrementar la explotación de la Naturaleza y de los seres humanos. Para entender esto veamos cómo han operado las empresas, los científicos y los gobernantes: con los genes ha ocurrido como con otros recursos naturales que la economía ha conquistado, han conseguido que bienes de libre acceso (como las tierras comunales, los bosques, las aguas, el mar, los recursos mineros, etc) se queden en manos de una minoría, y esto se logra privatizando estos recursos. La información genética es un recurso más, y si antes de ser descifrada por la ciencia era un bien común, ahora se está privatizando. Privatizar la información genética no es moco de pavo..., ¿cómo se logra? Es un poco largo de explicar pero merece la pena esta historia, que no es sino la historia de un robo: desde los años 60 se vienen acumulando recursos genéticos en los bancos de genes y laboratorios de investigación, a nivel agrícola por ejemplo los bancos del Norte han hecho un fenomenal acopio de semillas cultivables de todo el mundo. Los bancos y laboratorios del Norte acaparan información genética de todo el mundo, y controlan técnicas de manipulación extraordinarias. ¿Cómo se saca dinero de este poder? Con las patentes: se ha defendido por parte de los EEUU, Unión Europea y Japón los derechos de "propiedad intelectual", y se ha abierto el camino para que la información genética sea patentada, es decir privatizada. Así Bayer puede "inventar" una variedad de semilla, patentarla, y cobrarle a los agricultores que la utilicen royalties en bases a su "propiedad intelectual".
    Aquí se da, además, un hecho bien curioso: mientras el 80% de la diversidad genética agrícola, forestal y animal está en los países tropicales del Sur (en estas zonas la evolución de las formas de vida fue constante e in crescendo al no sufrir los efectos devastadores de las glaciaciones), el 90% de los bancos de genes y la práctica totalidad de la investigación en este campo está en el Norte (siendo el líder indiscutible los EEUU). Los bancos genéticos han estado recogiendo gratuitamente información de los Trópicos, información con la que han elaborado sus nuevas semillas, patentadas. Y ahora el campesinado del Sur (y del resto del mundo) debe pagar a empresas transnacionales por unas semillas "mejoradas" con su propio esfuerzo. Una semilla, por ejemplo una variedad de trigo, es el legado de milenios de trabajo campesino, que domesticó, seleccionó y adaptó el trigo a las más diversas condiciones de cultivo. Esa semilla era un producto, pero también un medio de producción que la propia clase campesina autogestionaba; la semilla es hoy llevada a Zürich, Bonn o California, estudiada, imitada clónicamente, patentada, (es decir privatizada) y vendida a esa misma clase a la que se expropió...
    Podemos hablar sin miedo a exagerar que el mercadeo genético comienza con una expropiación imperialista de los países del Sur (ricos en biodiversidad y pobres en tecnología) por los del Norte (muy pobres en recursos genéticos y muy ricos en tecnología y poder económico y militar). Tras la expropiación: la privatización y las patentes, las semillas se convierten en mercancía, la misma información genética se torna mercancía. Y las mercancías, de tod@s es sabido, son ante todo y sobre todo plusvalía, fuente de acumulación de riquezas.
    Lo que ocurre es que este proceso además de ser injusto con las mujeres y los hombres del Sur, es eminentemente destructivo para el medio ambiente global. La aparición de semillas híbridas de alto rendimiento desde los años 50 (cuando el mejoramiento era todavía vía selección natural entre variedades ya existentes) ha tenido un efecto grave de erosión genética: no sólo se han perdido especies enteras, sino que sobre todo se han perdido variedades, en la agricultura la modernización, los monocultivos, los híbridos, han arrinconado a las semillas autóctonas. El 80% de las variedades de maíz del mundo han desaparecido, el 90% de las de trigo, las vacas suizas han desplazado al resto de variedades europeas..., la producción mundial de alimentos se homogeiniza y esto supone un gran riesgo porque la misma plaga puede acabar con el trigo ruso, el yanqui y el europeo de un golpe.
    La ingeniería genética supone  un salto cuantitativo y cualitativo en este proceso de degradación de la biodiversidad agrícola y ganadera; las nuevas variedades que están llegando al mercado barrerán aún más a las semillas autóctonas por no ser competitivas. Así año a año el mercado mundial de alimentos está cada vez más controlado por un puñado de gigantescas multinacionales. Sus nombres son conocidísimos: Nestlé, Bayer, Ciba-Geigy, Basf, Shell, Du Pont, Hoechst, Sandoz... y consultando datos te encuentras a estas empresas entre los líderes mundiales en el mercado de semillas, en el de productos farmaceúticos, en el de agroquímicos (fertilizantes, plaguicidas, herbicidas...), en el de alimentos manufacturados, con ramificaciones en el negocio petrolífero, y controlando toda la investigación genética. Todas las empresas están radicadas en EEUU, en la Unión Europea y, en menor medida, en Japón. Estos son los que sacan tajada en este sucio negocio, y la tajada no es poca: controlan ya más del 50% del comercio mundial de alimentos.
    Los efectos sociales de este asalto en toda regla a la despensa del planeta son: mayor dependencia de l@s campesin@s y pueblos del Sur, marginación y desaparición de l@s pequeñ@s agricultor@s en beneficio de las grandes explotaciones de monocultivo, más pobreza y más hambre.
    Los resultados de la revolución verde nos pueden ilustrar cómo los mayores rendimientos agrícolas no acaban con el hambre. Con la revolución verde se predicaba que el hambre del Sur iba a terminar, y ciertamente la producción aumentó en algunos países, sin embargo el hambre no fue erradicada, y hoy en 1997 está en su máximo histórico. Lo que ocurre es que los aumentos de productividad de la revolución verde no beneficiaron a los pueblos del Sur, sino a las oligarquías de esos países y a nuestras opulentas sociedades del Norte. Lo que si  consiguió la revolución verde fue hacer más dependientes a las economías nacionales y locales del Sur, expulsar a millones de agricultores pobres (que engrosaron las filas de l@s desposeíd@s urban@s), y destruir bosques y  variedades agro-ganaderas locales.
    No hay ningún motivo para esperar que la "revolución genética" acabe con el hambre, sencillamente porque para quien controla esta tecnología y esta ciencia, el hambre no es un problema, el problema de las multinacionales es controlar el mercado, aumentar la extracción de plusvalía, acumular, acumular... y es que no hay proyecto en el Capital, sólo delirio, huída hacia adelante...
    Mucha gente cree de buena voluntad en la neutralidad de la ciencia, cualquier avance puede ser bien o mal empleado, así aún confían en que la ingeniería genética pueda ser "bien" empleada, y nos acusan de catastrofistas. Si nos ponemos a soñar en una sociedad no dominada por lo económico, en que la democracia real permitiera decidir a los pueblos sobre los fines de la investigación científica, etc..., en esa sociedad utópica seguramente podríamos emplear la genética "positivamente", pero "los sueños, sueños son" (Calderón), y la utopía es algo por lo que luchamos, pero que no debe usarse como venda para no ver la realidad: la ingeniería genética como gigantesco poder sobre la sociedad, la naturaleza y la vida misma en sus fundamentos últimos, acumulado en manos del Capital. Pongamos algunos ejemplos de lo que se está desarrollando en la investigación genética para ilustrar nuestro "catastrofismo":
  • la mayor parte de las investigaciones actuales se dedican a desarrollar variedades de plantas que resistan a los herbicidas y plaguicidas de la misma empresa. Los intereses aquí son tan obvios como canallas.
  • otra línea de investigación es la inventar nuevas especies que sustituyan las molestas importaciones por parte de los países del Norte de productos procedentes del  Sur: se investiga para encontrar sustitutos competitivos del azúcar de caña, del aciete de coco y palma, del cacao... que puedan producirse en el Norte, y así abandonar a la deriva a todos los países tropicales cuya economía fue reordenada obligatoriamente para exportarnos esas delicias que disfrutamos aquí: chocolate, café, azúcar, algodón...
  •     Como se aprecia, no hay ni un destello de altruismo o mínima ética en este negociazo. No hay ilusión posible.
        Los grupos ecologistas se han aferrado al etiquetado. Exigen que al menos el consumidor pueda elegir, ¡que al menos no nos obliguen a envenenarnos! Y es que no están nada claros los efectos que la manipulación genética de alimentos puede tener sobre la salud de las personas, de hecho el emporio mundial agrofarmaceútico nos está empleando como cobayas de experimentación en un laboratorio que es ya todo el mundo. En 1989 el L-triptófano, genéticamente manipulado provocó 38 muertes y 5000 afectad@s en los EEUU, se han detectado casos de alergia en este país y en Inglaterra... y estamos sólo al principio.
        Los efectos ambientales de las nuevas variedades van unidos al modelo agro-ganadero que conllevan: monopolización, homogeinización,  dependencia, mayor uso de plaguicidas y herbicidas, más contaminación, más riesgo de colapsos alimenticios... ¿hasta dónde?.
        Básicamente hasta ahora nos hemos referido a la ingeniería genética en plantas, y más en concreto en semillas, pero la ingeniería genética va más lejos: en experimentación animal y humana se están haciendo cosas espeluznantes que requerirían de otro artículo.
        "¿Qué hacer?", no parece fácil contestar a esta pregunta, la sociedad civil desarticulada no parece tener recursos para enfrentar la amenaza, el grito de l@s ecologistas parece poco útil. Más interesante es la resistencia del campesinado del Sur que se está oponiendo, a veces con éxito, a esta ofensiva génica. En países como la India, Brasil, Filipinas, México... están surgiendo iniciativas de base para conservar el material genético autóctono, bancos de semillas cooperativos, introducción de mejoras ecológicas en los sistemas de explotación tradicionales que los hagan más rentables sin ser menos respetuosos con el equilibrio natural, recuperación de las culturas tradicionales..., incluso en Europa a la vez que se dan los procesos de ultramercantilización de la agricultura y la ganadería, está la minoritaria pero creciente agricultura biológica... Son por el momento experimentos, ensayos utópicos, resistencias fragmentarias y locales, pero que quizá están dibujando pinceladas de utopía, de una utopía histórica que es PARADÓJICA: siendo absolutamente necesaria, parece totalmente imposible.
        Y quizá hoy todavía no estemos en condiciones de dar respuestas, con lo que por el momento la única consigna posible es resistir allí donde se pueda (boicot a las multinaciones, conectar con las resistencias del campo) y sabotear allí donde se dejen.
     

    Bibliografía consultada:
     

  • La biotecnología y el futuro de la agricultura mundial. Henk Hobbelink. Eco-Teca, Redes Edit.
  • Gen crítica. Editado por Liga Dura, es pese al tiempo transcurrido la única reflexión seria que desde el feminismo autónomo peninsular se ha hecho sobre la ingeniería genética.
  • 12 razones para decir no a las patentes de vida.

        Si se acepta patentar las formas de vida...

        1. Los agricultores se verán obligados a pagar royalties por cada generación de plantas y ganado que adquieran y reproduzcan con fines productivos. Será ilegal que los agricultores y criadores renueven el ganado por medios biológicos sin que medie permiso o pago. La población rural perderá su último mecanismo de control en el primer eslabón de la cadena alimenticia, y se volverá totalmente dependiente de las empresas multinacionales.
        2. Los criadores dejarán de tener acceso libre al germoplasma, utilizado para crear nuevas variedades de plantas y animales. Los recursos genéticos, tales como genes, series celulares, protoplastos y aun características (como el "alto rendimiento") se van a convertir en propiedad exclusiva de las principales empresas biotecnológicas. Los criadores tendrán que obtener licencias y pagar royalties para poder introducir genes y características patentadas en los nuevos cultivos y variedades animales. Serán abogados expertos en patentes quienes determinen el rumbo de la investigación biológica.
        3. Los consumidores probablemente terminen pagando precios más altos por los alimentos, medicamentos y otros productos de la biotecnología. Al comprar productos de la ingeniería genética, los consumidores van a estar subsidiando involuntariamente a la industria, pues el precio del producto final tendrá incluídas las royalties. La variedad de nuevos alimentos a elegir por el consumidor estará determinada por las posibilidades de patentar sus componentes, más que por la calidad.
        4. La investigación pública se va a ver socavada y de hecho privatizada. Nosotros somos quienes costeamos al sector público, sin embargo con la ampliación del sistema de patentes se beneficiará solamente la industria privada. Las universidades e instituciones públicas de investigación se verán obligadas a mantener en secreto el resultado de las investigaciones financiadas por el sector privado, mientras que las compañías van a ser quienes patenten las invenciones. Esto significará una sustancial reducción de la información científica a la sociedad.
        5. Las estructuras de mercado se van a concentrar cada vez más; menos empresas van a poder competir en el mercado y por consiguiente serán absorbidas por poderosas transnacionales. En el sector agrícola y en el de productos químicos y farmaceúticos surgirán estructuras monopólicas más poderosas, con las consabidas consecuencias en precio y calidad, y dejándonos pocas opciones para resolver las necesidades de alimento, salud y medio ambiente.
        6. La diversidad genética se verá tremendamente reducida pues el control monopólico de los recursos genéticos, restringe gravemente y destruye su cualidad de legado común de la humanidad. Sin nuestra riqueza de recursos genéticos, los sistemas de producción alimentaria y de medicamentos no van a poder hacer frente a las crecientes presiones sociales y ecológicas. Si estos recursos se vuelven propiedad exclusiva de unas pocas compañías, aumentará en gran medida la uniformidad genética.
        7. El suministro de alimentos se va a ver amenazado tanto por el control monopólico de los recursos genéticos, como de la producción agrícola y los productos finales. Los titulares de las patentes tendrán más poder para decidir qué comemos. Un dominio tan excesivo sobre el suministro de alimentos es muy peligroso pues unas cuantas compañías aliadas dominarán el sector. Patentar las formas de vida implica distanciar aún más la investigación biotecnológica de las instituciones públicas y de la propia sociedad, impidiendo así que esta incida en cómo y para quién investigar.
        8. Los países del Sur perderán cada vez más acceso a la información científica y a la transferencia de tecnología, y sus recursos biológicos serán privatizados por el Norte. Patentar las formas de vida entraña una total negación del derecho de los agricultores del Sur a una compensación por todo el trabajo de brindar a la economía mundial una rica y útil variedad genética; sus innovaciones no podrán ser patentadas. Los países del Sur pagarán precios más altos por inventos patentados, agravando así el peso de la deuda externa y la marginación de los sectores pobres.
        9. El concepto de derechos humanos perderá totalmente su validez, en tanto que el ser humano y las distintas partes de su cuerpo pueden convertirse en propiedad exclusiva de los titulares de patentes. El hecho de que una compañía pueda ser propietaria de órganos, rasgos físicos o información genética personal, constituye una negación total del derecho del ser humano a una existencia independiente y al control de su propio cuerpo. Se exacerbará el tráfico de órganos y las tendencias eugenésicas de la medicina.
        10. El bienestar animal se va a convertir en una nostálgica definición del pasado, dado que las patentes estimulan la práctica de la ingeniería genética en animales, para que sufran al servicio de los sistemas industriales de elaboración de alimentos y productos farmaceúticos. El "ratón Harvard", patentado en EEUU para investigar el cáncer de mama, es el primero de un grupo de animales que serán transformados genéticamente y patentados con el solo fin de sufrir como modelos de las enfermedades humanas.
        11. La relación de la sociedad con la naturaleza se verá reducida a una empresa comercial basada en la explotación y el lucro. Algunas personas podrán ser los propietarios intelectuales de los fundamentos mismos de la materia viviente y los ciclos vitales, socavando aún más las actitudes de respeto hacia la naturaleza.
        12. Los valores éticos y religiosos basados en el respeto por la vida, la creación y la reproducción serán totalmente alterados. Las patentes de materiales genéticos nos imponen un concepto reduccionista de la vida, como mera colección de sustancias químicas que logran reproducirse y pueden ser manipuladas y poseídas.

        Fuente: este recuadro es una adaptación de "12 reasons for 12 EEC member states to say: no patents on life". GRAIN (Genetical Ressources Action International Network, Red de Acción Internacional por los Recursos Genéticos). Barcelona 1990.
     

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